Por Gretchen Reynolds / The New York Times
Muchos corredores pueden estar usando las zapatillas incorrectas para su tipo particular de pisada o pueden usar las zapatillas correctas, por razones equivocadas, de acuerdo a una nueva investigación científica sobre zapatillas para correr y los riesgos de sufrir lesiones. El estudio concluye que hay una manera confiable, científicamente válida para que cada uno de nosotros pueda elegir la zapatilla correcta, pero es tan simple que la mayoría de nosotros la ignoramos.
La mayoría de quienes corremos hemos escuchado que tenemos que elegir nuestras zapatillas basándonos, sobre todo, en dos aspectos técnicos. El primero es si nuestro pie se inclina hacia adentro o hacia afuera cuando se apoya en el suelo y cuánto lo hace. Ortopedistas, entrenadores y corredores han creído durante mucho tiempo que la pronación o supinación contribuyen al riesgo de lesiones y deben ser controlados utilizando determinados tipos de zapatos.
Más recientemente, la fuerza del impacto, o el golpe que experimentamos en cada zancada, también recibió mucha atención, especialmente en relación al debate que se originó sobre si es mejor correr descalzo o con zapatillas. Algunos de los defensores de correr descalzos sostienen que hacerlo sin zapatillas o con los modelos minimalistas, que parecen pantuflas, cambia de alguna manera el impacto y reduce sustancialmente el riesgo de lesiones.
Pero Benn Nigg, el principal autor de la nueva investigación y sus colegas fueron escépticos sobre esto. Nigg, profesor emérito de kinesiología de la Universidad de Calgary y experto en biomecánica, se preguntó si la ciencia realmente apoya la idea de que las zapatillas correctas pueden alterar y arreglar la forma que corre una persona, y de esa manera reducir las lesiones.
Así que para la nueva investigación, que fue publicada en la revista The British Journal of Sports Medicine, Nigg y sus colegas analizaron décadas de estudios sobre las lesiones por correr, las zapatillas deportivas y la relación de ambas cosas. Rápidamente, se dieron cuenta de que nuestras creencias sobre la relación entre las lesiones por correr y las zapatillas son, de hecho, mitos.
La pronación, por ejemplo, no parece ser un problema que requiera corrección. En el experimento de larga escala realizado sobre pronación, se le dio el mismo tipo de zapatillas a casi 1.000 corredores novatos, algunos con pronación y otros sin y se les pidió que los usen por un año.
Al final de ese tiempo, muchos corredores con pies normales y sin mucha pronación sufrieron lesiones, mientras que un porcentaje mucho más pequeño de personas con pronación terminaron marginados. Nigg y sus colegas escribieron en su investigación que este descubrimiento sugiere que “un pie con pronación, si significa algo, es una ventaja en lo que respecta a las lesiones por correr”. De la misma manera, encontraron poca evidencia que indique que golpear con fuerza el suelo cause daños o que cambiar de zapatillas altere esos impactos de una manera significativa.
Quizás lo más inesperado fue encontrar que las zapatillas para correr que fueron diseñadas para “arreglar” la manera de correr de las personas, en la mayoría de los casos, no sólo resultaron inefectivas sino además contraproducentes. En una serie de estudios se les pidió a reclutas militares que usen determinadas zapatillas, para controlar su tipo particular de pronación; esos soldados tendieron a sufrir lesiones relacionadas con las corridas en mayor medida que otro grupo al que les dieron zapatillas normales.
Pero elegir las zapatillas por los motivos correctos puede reducir las lesiones, concluyeron Nigg y sus colegas, después de analizar los estudios. Las razones correctas no incluyen pronación ni impacto.
Lo que importa, concluyeron los investigadores, es la comodidad. En un estudio realizado en 2001 (supervisado por Nigg), les pidieron a los soldados que prueben seis tipos distintos de plantillas, que variaban en función de su amortiguación, la altura del arco, la forma del talón, el espesor y otras variables. Se les pidió a los soldados que eligieran la plantilla con la que se sentían más cómodos y que la usaran durante el entrenamiento posterior. Un grupo aparte de los soldados llevaba calzado estándar como control.
Después de cuatro meses, los soldados que usaban las zapatillas con las plantillas que se adecuaban a su comodidad tuvieron una incidencia mucho más baja en lesiones que aquellos que usaban zapatillas estándar.
Este descubrimiento tiene sentido científico y común, dijo Nigg. Nuestros cuerpos son en realidad “muy buenos jueces” sobre cómo cada uno de nosotros nos deberíamos mover y correr, explicó el científico. Cuando ignoramos a contradecimos nuestros patrones de movimiento naturales, como cuando queremos impedir la pronación, el riesgo de lesiones aumenta.
En vez de eso, sostuvo Nigg, deberíamos prestar atención a la opinión de nuestro cuerpo sobre las opciones de zapatillas que tenemos. “Prueba cuatro o cinco pares”, dice Nigg, “y camina en el local o en la cuadra con cada uno de ellos”. “La gente usualmente puede decir inmediatamente cuál zapatilla se siente más confortable”, aseguró el investigador. “Ese es el que hay que elegir”.